El aire brotaba de los tiernos olivos
y sólo existía a través del sonido
como las intrigas de las entrañas
que salen a la luz a través de suspiros.
Respiraba atento aquellos lares
que en su tierna infancia había habitado
y aunque ahora eran creados por su mente
el regocijo del recuerdo le devolvía al pasado.
Le retornaba a su padre entregado,
a los alientos cálidos de la maternidad,
y aun siendo él ya un vejestorio desamado
recordó con deleite el amor ya olvidado
Transportó su corazón a los años maduros
cuando su padre, viejo como él ahora,
que aun vivía entre olivos y campos oscuros,
le visitaba, recorriendo el país, complaciente.
Nuestro hombre le suplicó un pedazo de su tierra
y es sabido que hay tantas interpretaciones
como personas en el mundo,
y él interpretó que quería jamones.
Recibió esa tierra como oro en paño,
despidió después a su padre entre llantos
y comió entre sus velas cada año
el jamón curado de su padre.
Ahora termina su último aliento con desgarro
y recoge olivos con la mente y jamones con las manos
consciente que con él morirán sus recuerdos
y su padre y su madre a sus costados.