Ella sube con sus zapatos de tacón de aguja esa gran cuesta que hace honor a su nombre. Cuando al fin, el camino parece llano, avista un oasis a cierta distancia y camina feliz. Aunque sus pies hayan acumulado rozaduras se siente esperanzada, no se demora. Y es entonces, justo en ese momento, cuando el oasis reblandece un trozo de tierra que le hace clavar la fina aguja del calzado y tropezar. Pero camina de nuevo, con esos tacones y por esa cuesta que de nuevo lleva el nombre del mismo esfuerzo, hasta olvidar el dolor y pasear esperanzada por un camino ya plano, para tropezar de nuevo y aun perder la esperanza en la cuesta y recuperarla al ver el maravilloso oasis.
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