Cuando da inicio el acto de amar a alguien, entendiendo amar como la consumación o aspiración a consumar un acto físico, acostumbramos a imaginarnos únicos en nuestra especie. Necesitamos sentirnos especiales y creer que somos las únicas personas que han estado en la vida del otro. Sí, en realidad sabemos que la otra persona en cuestión ha amado ya con toda la superficie de su cuerpo y de su alma, y en la mayoría de casos, ella misma te cuenta el romance pasado. Pero nuestra mente crea anticuerpos que ven eso como algo irreal, pasado y tal vez poco intenso. Nuestra mente desconecta para protegernos. Se llama supervivencia.
En la era de la información, del wifi y las tecnologías, el autoengaño y la supervivencia amorosa se vuelve un terreno pantanoso. El instinto de amar lleva a la curiosidad por la otra persona, y es sabido por todos que internet es una fuente de información. Entonces topas con un blog, con un facebook, con un twitter repleto de pasado, de amores pasados, repleto de poesías dedicadas que hacen real esas personas anteriores que hasta entonces solo existían en una hipótesis. Y dejas de ser única. Y el consuelo que queda es pensar en tus propias pasiones del pasado y ver como pasado y presente no son sinónimos. Y ver como cada persona nueva a la que pretendes amar te hace vivir intensamente nuevas caladas de vida que no habías imaginado hasta entonces.
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