Y cuándo será el incendio o cuándo la lluvia cesará, eran cosas que ya no importaban a Lucía, voluntariamente encerrada en aquella catacumba, sin bebidas, sin comida, sin luz, dormitorio ni llaves para salir. El mundo pide decisiones como la mía,- había pensado- antes que vivir subordinados ante tanto poder, política y consumo, mejor morir que ir muriendo. Pero entonces corrió hacia la puerta, ya nunca la podría abrir a pesar de que en esa ardiente oscuridad acababa de comprender que, si todos los que aspiraban a un mundo mejor apagaban su voz, el mundo quedaría solo en manos de incompetentes.
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